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COMENTARIO 3. MARINA

POR CIPRIÁN A. CABRERA BERNAT    

Los españoles la bautizaron como “Marina” en 1519 y los indios del centro de México la llamaron después “Malintzin” por el parecido del nombre (Margo Glantz, La Malinche, p. 263). El término "Malinche" se le aplicó a Cortés y es una deformación de Malintzine, que significa dueño o amo de Malintzin (Hugh Thomas, La Conquista de México, p. 758; vid. Camilla Townsend, Malintzin, p. 266).

Nació en un pueblo tributario de los mexicas, cercano a Coatzacoalco, llamado Oluta por unos autores y por otros Painala. Este pueblo tenía un patrón lingüístico bilingüe nahua-popoluca (Townsend, p. 38) y además se encontraba en una ruta muy transitada de comerciantes, región muy civilizada y de mucho trato (el nahua que Marina-Malintzin debió de hablar como lengua materna fue el náhuat de la costa del Golfo).

Su padre era cacique del lugar pero falleció y su madre casó de nuevo y tuvo un hijo varón. Niña o adolescente, Marina-Malintzin fue vendida o (más probablemente) regalada a mercaderes que pasaban con destino a la amplia zona comercial llamada Anáhuac Xicalanco (la cual abarcaba aproximadamente el actual territorio de Tabasco más Laguna de Términos).

A finales de Marzo de 1519, la expedición de Cortés sostuvo varios encuentros armados con indios de Tabasco, los cuales resultan de mucha importancia para la historiografía: pocos españoles vencieron a una gran cantidad de indios sin el auxilio de ningún grupo aliado y sin el beneficio de ningún mito relativo a Quetzalcóatl, lo cual nos hace ver la importancia de su armamento y del uso de los caballos, así como de sus tácticas militares (esta afirmación no va contra el hecho de que la conquista se realizó básicamente por un trabajo diplomático que logró poco a poco la alianza de múltiples grupos indígenas contra los mexicas). De gran importancia para la historia de la Conquista —sin cual es imposible imaginarla del modo como ocurrió— fue la entrega de veinte doncellas por los tabasqueños a Cortés, entre las que se encontraba “Marina”, quien se va a levantar a una estatura histórica casi como la de Cortés al conformar —junto con él— el nacimiento de la Nueva España.

Marina destacaba por su belleza y desenvoltura, por ello Cortés la entregó a Alonso Hernández Portocarrero, hijo de un comendador y sobrino del conde de Medellín (Esteban Mira Ceballos, Hernán Cortés, p. 235).

En San Juan de Ulúa se supo que Marina hablaba el nahua —además del maya que había aprendido en Tabasco— y entonces le pareció a Cortés especialmente interesante. Pronto envió un navío hacia España llevando tesoros y una carta a la Corona; sus representantes viajeros fueron Francisco de Montejo y Alonso Hernández Portocarrero.

Así se quedó Cortés con Marina, quien empezó a servir como intérprete ante el cacique gordo de Cempoala, de lengua totonaca, que era tributario de los mexicas. Los totonacas hablaban también el nahua: Marina se comunicaba con ellos en esta lengua y luego con Jerónimo de Aguilar en maya y éste con Cortés en español. Pero Marina fue aprendiendo rápidamente el castellano.

Marina era una intérprete muy singular: por su origen socialmente elevado conocía los usos de la tierra y los rituales y sutilezas del pensamiento indígena y, así, formó con Cortés una dupla muy efectiva. Entendía los intentos de éste y le proporcionaba los medios para llevarlos a cabo. No sólo eso: se fue convirtiendo en su consejera y su espía y era además una mujer infatigable y valiente. Sin sus habilidades y firmeza, Cortés no habría podido realizar sus planes ni sobrevivir después de la Noche Triste.

Seguramente por serle tan necesaria (Townsend, p. 199), Cortés evitó embarazarla y fue hasta después de la caída de Tenochtitlan que tuvieron un hijo, al cual Cortés puso el nombre de su padre, Martín, y legitimó más adelante en el Vaticano y por el cual siempre manifestó un cariño especial (Townsend, pp. 279-283).

En el viaje a Las Hibueras, Cortés se separó de Marina y la entregó a Juan Jaramillo para que se casara con él (los planes de Cortés eran adquirir un título nobiliario, casarse con una española de la nobleza y tener un hijo que pudiera heredar dicho título: Marina debía casarse para quedar protegida). Jaramillo era un capitán muy destacado: había comandado uno de los bergantines en el sitio de México-Tenochtitlan (Geney Torruco Saravia, Doña Marina, Malintzin, p. 54) y era el segundo en el mando de la expedición a Las Hibueras (Townsend, p. 222).

Después del desastroso viaje a Las Hibueras, Cortés partió hacia España para entrevistarse con el rey y casarse. Llevó consigo a Martín, quien tendría aproximadamente 6 años de edad. Esto ocurrió a principios de 1528. Martín fue paje del niño que después sería Felipe II y más adelante fue caballero de la orden de Santiago (Townsend, pp. 279 y 281). Regresaría a la Nueva España hasta el año de 1562 (Christian Duverger, Vida de Hernán Cortés, la espada, p. 421) y moriría en Granada, España, al parecer en 1569 (Townsend, p. 301).

Marina, Malintzin, doña Marina, era muy respetada, tanto por los españoles como por los indios. Respetada y temida. Poderosa. En los códices indígenas tiene la relevancia de una diosa, con su huipil rojo, su pelo largo y suelto y siempre con algún ademán en las manos. Los indios la preferían a cualquier otro traductor (aún cuando, después de la caída de México-Tenochtitlan, ya los había); dice Townsend: “Otros antiguos compañeros recordaron un incidente de julio o agosto de 1521, cuando Cortés intentó parlamentar con los tenochcas por medio del joven Tomás de Rigioles pero, después de unos intentos fallidos por darse a entender, los indígenas habían anunciado que sólo hablarían con Malintzin. Cortés había tenido que mandar un barco a recogerla a Texcoco donde se encontraba entonces, a ocho leguas de distancia” (p. 266).

Murió Marina hacia la navidad de 1528 (Christian Duverger, Memorias de Hernán, p. 269), probablemente víctima de una de las frecuentes epidemias de esos tiempos; algunos historiadores la confundieron con otra doña Marina, española, que vivía en 1550 (Townsend, p. 245).

Quiero subrayar que Malintzin nunca fue llamada Malinche por los indios. Malinche significa “el que anda con Malintzin”. Malinche era Cortés.

Comentarios

  1. Muy interesante maestro gracias por escribir e hablar nvestigar sobre ella. Algunas cosas las ignoraba.

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